Titulo: Reflexiones en torno al concepto de violencia en las aulas
CITA APA: Cortés, I. F., Pericacho Gómez, F. J., y Candelas, M. A. (2011). Reflexiones en torno al concepto de violencia en las aulas. Revista de educación, 34, 195-210.
RESUMEN
Si partimos de la información que nos llega a través de los medios de comunicación en cuanto a clima escolar se refiere, es fácil afirmar que la violencia ha aumentado significativamente en los últimos tiempos. Alumnos acosados, maltratados, y profesores atemorizados y agredidos públicamente han saltado la voz de alarma, transmitiendo a la opinión pública el descontrol y la violencia que caracteriza la realidad social de los centros escolares. Pero, ¿Estamos realmente ante hechos significativos? ¿Está cambiando tanto la
realidad social de la escuela? ¿Cómo atajar dicha problemática? Como resultado de intensos años de investigación hoy contamos con un sólido conocimiento sobre este problema. A medida que la definición del concepto se clarifica se van unificando estrategias de intervención para prevenir la violencia escolar.
INTRODUCCIÓN
Esta investigación está realizada siguiendo una metodología cualitativa, debido a que se estudia el fenómeno social de la violencia en las aulas. En este estudio no se realizan análisis cuantitativos del aspecto social de la realidad, sino que se analizan distintos puntos de vista o “miradas”: macrosocial, microsocial e integradora. El autor completa el estudio social con información sobre los programas para la mejora del clima escolar en nuestro país. Con esta metodología de investigación el autor permite al lector llegar a una comprensión más cercana y profunda del fenómeno social de “violencia en las aulas”.
En los últimos tiempos el constructivismo ha ido penetrando en la educación formal, desde la educación infantil hasta la universidad, y ha ido dejando entre nosotros ciertas ideas que nos liberan de algunos mitos. Comprender el papel que los iguales tienen en la construcción del conocimiento individual es, de alguna forma, comprender que no sólo enseña el profesor y que la situación de enseñanza-aprendizaje es compleja y variada. Se aprende de muchas maneras, mediante una diversidad de procesos, en condiciones variadas y en contextos distintos. Partiendo de esta concepción, el centro educativo se configura como una compleja
red de relaciones que inciden entre sí, formando lo que Pérez Gómez (1992) han llamado la estructura social de participación; una estructura, más o menos implícita, compuesta de costumbres, normas, convenciones, hábitos y valores que encuadran las relaciones en un marco de referencia útil, cuando está al servicio del desarrollo de los protagonistas –profesores/as y alumnos/as–, e inútil o problemático, cuando no sabemos cuál es su utilidad o cómo funciona. Esta estructura social de participación coincide con lo que se conoce como currículum oculto, «el conjunto de procesos que discurren por debajo de las acciones que
el profesorado realiza de forma consciente y planificada. Gran parte del currículum oculto está formado por las formas que adquiere el poder y los estilos de convivencia.» (Ortega, 1998). Por otro lado, como sujeto protagonista de esa convivencia escolar tenemos al adolescente, el cual concede una gran importancia a percibirse y ser visto como un individuo socialmente integrado, por lo que acepta y busca voluntariamente su pertenencia a un grupo, aunque éste pueda imponerle actividades y normas que son claramente contrarias a sus propios criterios de conducta.
En los últimos tiempos el constructivismo ha ido penetrando en la educación formal, desde la educación infantil hasta la universidad, y ha ido dejando entre nosotros ciertas ideas que nos liberan de algunos mitos. Comprender el papel que los iguales tienen en la construcción del conocimiento individual es, de alguna forma, comprender que no sólo enseña el profesor y que la situación de enseñanza-aprendizaje es compleja y variada. Se aprende de muchas maneras, mediante una diversidad de procesos, en condiciones variadas y en contextos distintos. Partiendo de esta concepción, el centro educativo se configura como una compleja
red de relaciones que inciden entre sí, formando lo que Pérez Gómez (1992) han llamado la estructura social de participación; una estructura, más o menos implícita, compuesta de costumbres, normas, convenciones, hábitos y valores que encuadran las relaciones en un marco de referencia útil, cuando está al servicio del desarrollo de los protagonistas –profesores/as y alumnos/as–, e inútil o problemático, cuando no sabemos cuál es su utilidad o cómo funciona. Esta estructura social de participación coincide con lo que se conoce como currículum oculto, «el conjunto de procesos que discurren por debajo de las acciones que
el profesorado realiza de forma consciente y planificada. Gran parte del currículum oculto está formado por las formas que adquiere el poder y los estilos de convivencia.» (Ortega, 1998). Por otro lado, como sujeto protagonista de esa convivencia escolar tenemos al adolescente, el cual concede una gran importancia a percibirse y ser visto como un individuo socialmente integrado, por lo que acepta y busca voluntariamente su pertenencia a un grupo, aunque éste pueda imponerle actividades y normas que son claramente contrarias a sus propios criterios de conducta.
CONCLUSIÓN
Otorgar de la importancia que merecen a los cauces de comunicación, la resolución de conflictos de forma democrática y la participación activa de todos los miembros de la comunidad educativa es un aspecto fundamental para comenzar a construir un nuevo sistema relacional en la educación formal, que nos permita abordar los conflictos que surgen de manera natural ante una confrontación de intereses de forma positiva.
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